El silencio también comunica: comprender la forma de expresión en niños con TEA

No todas las palabras se pronuncian en voz alta. Para muchos niños con Trastorno del Espectro Autista (TEA), el silencio es una forma de comunicación que merece ser comprendida y respetada. En este artículo, exploramos la importancia de aprender a escuchar más allá de las palabras.

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Hay niños que hablan con las manos, con la mirada, con el movimiento de su cuerpo. Niños cuya comunicación no siempre se ajusta a lo que la mayoría espera, pero que, sin embargo, expresan todo un mundo de emociones, pensamientos y necesidades. En un mundo diseñado para la palabra hablada, el silencio a menudo se malinterpreta como ausencia, como desconexión, como una barrera infranqueable. Pero el silencio también comunica. Y para muchos niños con Trastorno del Espectro Autista (TEA), es su manera más auténtica de hacerlo.

Un niño que no responde a su nombre no es un niño que no escucha. Un niño que no mantiene contacto visual no es un niño que no siente. Un niño que repite una misma frase una y otra vez no es un niño que no quiere comunicarse. Son niños que están expresando algo en sus propios términos, en su propio idioma. Y aprender a escucharles, sin forzarles a encajar en un molde predefinido, es el primer paso para comprenderles de verdad.

Las palabras, para algunos niños con TEA, pueden ser un territorio complejo. Pueden llegar tarde, pueden surgir de forma inesperada, pueden fragmentarse en ecos de frases escuchadas antes. O pueden no llegar nunca en la forma en que los demás esperan. Pero esto no significa que no haya comunicación. El cuerpo habla cuando las palabras fallan: una mano que se tapa los oídos en un ambiente ruidoso, un balanceo que acompaña la espera, una sonrisa fugaz ante un sonido familiar. Son mensajes que esperan ser comprendidos sin prisas, sin interpretaciones erróneas, sin la necesidad de ser corregidos.

La sociedad, sin embargo, suele medir la comunicación en función de la cantidad de palabras pronunciadas, de la claridad del discurso, de la capacidad de responder en los tiempos esperados. Cuando un niño con TEA no se ajusta a estos parámetros, se asume con demasiada rapidez que “no se comunica”. Pero la comunicación no es unidireccional. No es solo hablar. Es también escuchar, observar, interpretar. Es saber leer en los gestos lo que no se dice en palabras.

No se trata de enseñarles a comunicarse como el resto, sino de aprender a entender su manera de hacerlo. No se trata de forzarles a mirar a los ojos si eso les incomoda, sino de descubrir en qué momentos encuentran su forma más natural de conectar. No se trata de imponer normas de conversación rígidas, sino de darles el tiempo y el espacio para expresarse a su ritmo, con sus herramientas, con su propio lenguaje.

Los sistemas de comunicación alternativa y aumentativa (SAAC) han permitido que muchos niños con TEA encuentren una forma efectiva de expresarse. Pictogramas, tableros de comunicación, dispositivos electrónicos con voz sintetizada... Todas estas herramientas abren puertas a quienes encuentran en ellas un puente hacia los demás. Pero incluso quienes no utilizan estos recursos también se comunican, aunque a menudo sea en códigos que requieren paciencia y sensibilidad para ser interpretados.

Comprender el silencio de un niño con TEA es, en realidad, un ejercicio de escucha profunda. Significa abandonar la urgencia por las respuestas inmediatas y aprender a esperar. Significa valorar una caricia fugaz, una mirada de soslayo, la repetición de una palabra que para él tiene un significado especial. Significa entender que el lenguaje es mucho más que el habla y que la comunicación real no siempre necesita de palabras.

Aceptar el silencio como una forma válida de comunicación no significa renunciar a ayudar a los niños con TEA a desarrollar nuevas herramientas para expresarse. Significa, más bien, reconocer que la comunicación es un camino de doble sentido. No solo se trata de que ellos se esfuercen por hablar el idioma de los demás, sino de que los demás hagan el esfuerzo de aprender el suyo.

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